lunes, 6 de junio de 2011

Elecciones: Se define claramente el panorama



Ricardo Alfonsín produjo una novedad relevante al destapar a Javier González Fraga como su compañero de fórmula para las elecciones presidenciales de octubre. Es una mezcla de acendrada convicción e implacable necesidad, pero la variante elegida es justicia social con libertad, inclusión con república, desarrollo para todos con instituciones, lucha en serio contra la pobreza con división de poderes. Se coloca así en el centro del esquema más apetecible.




Javier González Fraga (JGF) es compatible con la decisión de trabar una alianza con el peronismo bonaerense de Francisco de Narváez. Se parte de la base de una ancha aceptación de las consecuencias del "modelo". Pero se acota esta certeza con la realidad de un pesado y duro hegemonismo político que convierte al kirchnerismo/cristinismo en la versión siglo XXI del peronismo de hace 60 años, hechas todas las salvedades.

Con recién cumplidos 63 años (12 de mayo de 1948), JGF se graduó de economista en la conservadora Universidad Católica Argentina (UCA) con diploma de honor, y de la que es profesor. Presidente del Banco Central (BCRA) durante el gobierno de Carlos Menem en dos oportunidades, entre 1989 y 1991, cuando en 2004 Néstor Kirchner le ofreció ser presidente del Fondo de Cultura, JGF no aceptó porque no quiso compartir el directorio con Nacha Guevara, quien había sido postulada como directora del área.

Hace cuatro años, en 2007, cuando el radicalismo levanta la candidatura presidencial de Roberto Lavagna, acompañado por el radical Gerardo Morales, se mencionaba a JGF como eventual ministro de Economía si dicha fórmula ganase las elecciones. Lavagna obtuvo el 17 por ciento de los votos contra 45 por ciento de Cristina y 23 por ciento de Elisa Carrió. Lo paradójico es que fue consultado varias veces por el propio Binner en los últimos meses para que le ofreciera propuestas.

Economista, docente, funcionario y hombre de proyecciones políticas, como empresario privado JGF ha pagado sueldos. Fundó y presidió La Salamandra S. A., emprendimiento consagrado a elaborar productos lácteos (sobre todo un delicioso dulce de leche) que vendió cuando la actividad industrial se le hizo irremontable.

De todo esto se deriva que en el escenario electoral, la operación de Alfonsín y los radicales luce relativamente bien encaminada. Bonaerense cabal, configura en su cabeza un armado electoral fuertemente territorial. No podía llevar de acompañante en el país a un correligionario, cuando en la provincia de Buenos Aires cerró un audaz acuerdo con De Narváez. La fórmula presidencial RA-JGF le proporciona armónica coherencia a la ambiciosa perspectiva de un radicalismo que aspira a recuperar esa centralidad que hace apenas un lustro lucía inimaginable.

Hay preguntas válidas. ¿Qué Alfonsín es quien cierra la estéril, frustrante y hasta patética negociación con Hermes Binner y a renglón seguido despliega esta variable? ¿Es el mismo que invirtió todo el verano y lo que va del otoño en tratar de adivinar qué quería hacer, con quién, cuándo y cómo el frugal gobernador santafesino?

Alfonsín deberá dosificar un renovado discurso de campaña que ahora se le presenta muchísimo más rico en posibilidades, porque el cepo cerrado del frente de "centro izquierda" obligaba a los radicales a tolerar el maltrato serial de personajes que nunca han ocultado su profundo desprecio por la UCR.

Binner se dejó cortejar por un admirador explícito de Hugo Chávez, como Pino Solanas, y por un gracioso incontinente como el cordobés Luis Juez. ¿Cómo hubiera sido posible tal frente político si Alfonsín y Binner se deberían haber forzado a coexistir con aliados imposibles? El problema de los contenidos es central.

Alfonsín, un hombre que ha leído mucho y tiene un corazón marcadamente socialdemócrata, se vio obligado a sobreactuar su "progresismo" para que Binner no le soltara la mano. La retórica de la "distribución de la riqueza" aparecía recargada por la necesidad de Alfonsín de no espantar a un Binner cuyos titubeos, ahora se sabe, no fueron casuales. El médico santafesino hizo en los hechos, aunque no en las palabras, todo lo posible para que ese acuerdo no prosperara.

A ninguna parte iba Alfonsín con Solanas y Juez, que en cambio sí lo necesitan a Binner como figura de alcance nacional. Pero Binner tenía, desde su lógica, razones tácticas legítimas para negarse a avanzar con Alfonsín. Por de pronto, hacerlo implicaba para el santafesino cortar lazos con ese progresismo setentista que lo tironeaba. También suponía ir a un choque directo con Cristina Kirchner, algo que el gobernador no desea y en lo que no cree. El panorama, así, se llena de nuevos significados sentidos.

La inclusión de González Fraga con la fuerte bandera anti-hegemónica y republicana de recuperar el gobierno de las instituciones, con verdadera separación de poderes, es un marcador importante de sentidos ante la evidente decisión de Cristina Kirchner de pedir que la voten para conducir el país hasta 2015. Después del caso Cobos, el kirchnerismo quedó escaldado como para querer que el tercer período de su peripecia gubernamental se encare con sapo de otro pozo.

El binomio RA-JGF adquiere de este modo una plausibilidad centrista que -en teoría- se presenta como atractiva. Pero de la teoría a la realidad hay un trecho grande. El peronismo más clásico, cuya fuerza no debería subestimarse (sobre todo si Cristina designa como compañero de fórmula a uno de los impacientes y eléctricos "cuadros" ideologizados de La Cámpora), ya cierra filas detrás de Eduardo Duhalde, cuya ambulancia ha recogido al cascoteado chubutense Mario Das Neves, quien termina mandato en su provincia fracasando como presidenciable y encima dejando un gobernador heredero que ya fumó la pipa del acuerdo con la billetera federal.

La llamada centro izquierda se desdibuja. Las acciones del Partido Socialista estaban en ascenso por las tratativas con la UCR. Con exclusión de su feudo rosarino, la fuerza casi no existe a escala nacional y por eso desde hace décadas trata de participar de coaliciones ó alianzas, porque en solitario carece de densidad electoral. Entre 1983 y 2011 se ha asociado con el peronismo, el kirchnerismo, el radicalismo, ARI, el Partido Demócrata Progresista y el Partido Comunista. Pero sería altamente inviable ahora una candidatura presidencial de Binner enhebrando un variopinto armado de izquierda.

Respecto de un avecinarse al Gobierno, cabe detectar las tristes circunstancias en las que se encuentra el infatigable Martín Sabatella, forzado a ser socio menor del PJ y del gobernador Daniel Scioli en la provincia de Buenos Aires. De todos modos, tal como es la Argentina, se deberían prever imprevistas novedades y también rudos sobresaltos.


Fuente: NoticiasTerra

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